La tecnología tiene vocación transformadora. Aspira a dar con las innovaciones que superen lo anterior y cambien de arriba a abajo las formas de hacer las cosas. Algo así define a Rosa María García, la presidenta de Siemens España. Matemática y ejecutiva precoz en la sede de Microsoft, no solo se las ve al frente de la rama española de un gigante tecnológico de casi 175 años, sino que aplica los principios transformadores en la forma de gestionar la empresa y a sus empleados.

 

 

 

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Rosa María García tiene algo de coach, por usar un anglicismo como los que a veces se le escapan a esta techie madrileña nacida en el año 1965. La tecnología emocional de la que hace gala salta a la vista en las paredes de su despacho. Y el despacho de un presidente es el núcleo duro de cualquier organización empresarial. Hay que saber perdonarse a sí mismo, Jefe, te has equivocado o Capacidad de empezar de nuevo son sólo algunos de los lemas escritos en una pizarra. Hace unos años, García dio una conferencia sobre gestión empresarial. Mientras hablaba, un dibujante iba plasmando sus ideas en esta pizarra, ahora estratégicamente ubicada en su despacho.

Sus principios suenan sinceros porque la presidenta de Siemens ha tenido que abrirse paso. A ella no le han regalado nada y parte del mérito parece venir de unos valores y una inquietud muy arraigados en su personalidad. Siempre ha defendido la igualdad de oportunidades y la meritocracia. La aptitud, la capacidad personal y el valor que uno puede aportar a la compañía resultan cruciales, por encima del sesgo que beneficia a hombres frente a mujeres. Ella es partidaria de aplicar estos principios objetivos y de que en la terna de candidatos a un puesto directivo siempre haya al menos una mujer.

Rosa María García formó parte de una generación de mujeres que, para llegar a lo más alto, tuvo que sorprender a diestro y siniestro. Con sólo 30 años se encontraba en el por entonces epicentro tecnológico mundial, el cuartel general de Microsoft en Redmond (Seattle, EEUU), junto a Steve Ballmer, en aquella época consejero delegado de la compañía. Había pasado anteriormente por empresas como NEC o WordPerfect, cuyos nombres ya comienzan a sonar antiguos, pero que esos años lideraban el cambio tecnológico. Siendo aún treintañera, regresó a Madrid para ocupar la presidencia de la filial española de Microsoft y al poco tiempo acabó dirigiendo las áreas de Consumo de Microsoft en Europa Occidental. Tras un descanso de casi un año, en octubre de 2011 fue nombrada presidenta de Siemens España.

De vuelta a su forma de gestionar la empresa, la presidenta de Siemens entiende que el papel de máximo ejecutivo debe conjugar tres perfiles: el de estratega, el de embajador de la empresa y el de coach de los empleados. En este último aspecto, su método pasa por marcar unos objetivos, dar poder y confiar en los equipos. Suele celebrar reuniones periódicas y personales para supervisar los avances. En ellas, le gusta escuchar y preguntar.