La historia de Neil Harbisson es cada vez más conocida. Sus ojos solo registran el blanco y negro, así que se implantó un dispositivo en el cerebro capaz de traducir los colores en sonidos. Desde entonces, es capaz de escuchar los colores. Por eso se le considera el primer cíborg reconocido oficialmente por un gobierno (en realidad Reino Unido le permite aparecer en la foto de su pasaporte con la antena de su cabeza).

 

Neil Harbison BCC Conferenciantes

 

No es casualidad que el documental español Cyborg Among Us (Cíborgs entre nosotros), que se proyecta a partir del 15 de marzo en el festival CPH:DOX de Copenhague, comience con Harbisson paseando entre la naturaleza. Asegura sentirse más cerca de los humanos y animales que de los robots. “Tengo una antena, igual que muchos insectos”, argumenta.

“Una de sus obsesiones es demostrar que los cíborgs no responden al cliché que nos han mostrado películas como Terminator y Robocop, donde aparecen como seres inhumanos programados para la violencia. Tiene sus razones. Por ejemplo, los sonidos de su antena le llegan a través de vibraciones en el hueso, como pasa con los delfines”, cuenta Rafel Durán —director de la película— a través del teléfono.

El cineasta, que ganó un premio en 2013 en el Festival de Sundance con un cortometraje que ya contaba parte de esta historia, muestra otros dos casos de personas dispuestas a agregar dispositivos electrónicos a su anatomía.

El alemán Enno Park se ha incrustado en el cerebro dos caracoles artificiales, como los pequeños huesos que tienen nuestros oídos. Ha derrotado así a la sordera con la que nació. Y el biohacker Tim Cannon se instaló bajo la piel un aparato para registrar los datos de su cuerpo.

Los tres son creadores de fundaciones cíborg y representan a un grupo de personas que “pretenden diseñarse a sí mismos sin esperar a la evolución”, define el director. Cada vez son más y tienen ya sus propios Juegos Olímpicos, pero generan un debate ético. ¿Son mortales jugando a ser Dios?

Neil Harbisson nos devuelve la pregunta en el documental producido por Mediapro. ¿Acaso no todo el mundo vive ya como un cíborg? El “no me queda batería” forma parte de nuestro vocabulario; como si fuera propia y no del teléfono móvil que es ya una extensión de nuestra mano.

Cyborgs Among Us se cuestiona si debemos emplear nuestros recursos en investigar formas de mejorar nuestras aptitudes cuando todavía no hemos encontrado la cura para enfermedades como el cáncer y la esclerosis múltiple.

También se pregunta si algo así creará una brecha de desigualdad definitiva e irreversible entre aquellos que puedan costearse los implantes en su cuerpo y los que no: “Estados Unidos ha desarrollado una industria enorme en torno a este tipo de ciencia no curativa. En una sociedad tan capitalista y competitiva, no está mal visto en decir a las claras que se quiere ser mejor que el de al lado. Eso en Europa chirría”.

Pero quizá, la realidad que propone el transhumanismo no sea una utopía. “Puede que tarde más años en llegar que lo que ellos esperan, pero es posible que ocurra antes de que acabe el siglo”, barrunta Durán tras haber dedicado años a este documental. Cree que la tecnología se fusionará con el cuerpo humano de un modo que ahora somos incapaces de imaginar.

El director admite que Neil Harbisson tiene algo de razón cuando dice que ya todos somos, al menos en parte, cíborgs como él. Nos encaminamos sin saberlo a una idea que nos horroriza: “Antes nos aterraba imaginar que en el futuro nos implantarían chips para tenernos localizados; ahora estamos dispuestos a pagar por ellos. Están en nuestros teléfonos móviles”.