Teresa Viejo speaker, conferencias, motivación, curiosidad

Teresa Viejo, periodista de formación académica y escritora vocacional, distribuye su tiempo entre la radio, la televisión, la cercanía con los lectores y sus frecuentes conferencias y talleres. Lo suyo es la comunicación con mayúsculas, y en su versión docente descubre sus secretos a quien tenga ganas de sacar lo mejor de sí mism@. Asimismo, Teresa Viejo fomenta la curiosidad como ingrediente esencial para impulsar un «liderazgo curioso» en las organizaciones que actúe como catalizador del talento y del desarrollo empresarial y personal.

Compartimos un fragmento de uno de sus artículos:

 

“¿Sabes algo? Me encantaría saber cuándo y por qué nos acostumbramos a afirmar más que a preguntar. En qué momento de nuestra historia dedujimos que una respuesta empaquetada, prefabricada -como esos productos que adquirimos en el súper bajo el término de “alimentos” y que, en verdad, carecen de nutrientes y apenas sofocan el hambre-, era mejor que una pregunta inteligente, una pregunta poderosa.

 

La comunicación eficaz necesita sostenerse en preguntas, algo que ya explicó Sócrates en el siglo cuarto a.c. al advertir que “si llegásemos a interrogar a las personas con buenas preguntas, podríamos llegar a descubrir la verdad de las cosas”. A lo mejor no nos interesa la verdad, sino la razón… mejor dicho: sentir que llevamos la razón.

 

Vivimos en un mundo de comunicación frenética, donde se priman las respuestas rápidas. Pensar antes de hablar no está bien visto.

Dar sensación de dudar, o de que no sabemos algo, resulta negativo. Si no respondemos de inmediato parecemos tontos, con poca agilidad mental, cuando en realidad los listos son quienes se paran a meditar la respuesta idónea o la más conveniente, o bien la pregunta que les ha inspirado lo que acaban de escuchar y que les permitirá ir al fondo de las cosas.

 

No nos educan para hacer preguntas

 

Hace tiempo aprendí que la velocidad va en detrimento de la profundidad. No es fácil entenderlo, y toca darte algún que otro traspiés.

Si queremos tener razón solo alcanzaremos cierto dominio de una situación, lo que quizá refuerza un poco nuestra autoestima, pero nunca un dominio del tema que estamos tratando.  En cambio, da la sensación de que cuanto más rápido hablemos y actuemos, mayor es nuestro conocimiento. Hablamos mucho, pero nos involucramos poco.

En descarga diré que la nuestra no es una sociedad que eduque al alumno para las preguntas.

 

Hace unos días impartí una charla en el “Aula de Padres” de la Institución Educativa SEK, donde expliqué a los padres lo necesario que es mantener viva la curiosidad en sus hijos e hijas para que alcancen la edad adulta con seguridad, confianza y sin miedo ante la incertidumbre que nos depara el destino. Los niños y niñas que utilizan la curiosidad como motor del aprendizaje serán adultos que innovan, crean y lideran desde un modelo de liderazgo empático.

 

El pudor hacia la pregunta nos hace sentirla como una intromisión en la vida de la otra persona. “Preguntar no es ofender” recoge nuestro refranero, admitiendo en la frase la incomodidad del cliché que habita en la práctica de preguntar.

Razones por las que no hacemos más preguntas

  • Porque no deseamos exponernos en exceso, ya que los demás sabrían demasiado de nosotros/as.
  • Para no entrar en problemas
  • Porque la otra persona puede sentirse incómoda si percibe que es un interrogatorio.
  • Porque me da miedo encontrarme con respuestas monosilábicas, en plan “Sí” -“No”, y entonces no sé cómo debo de continuar preguntando. Es dar con una puerta cerrada que ignoro cómo abrir.
  • Porque no sé formularlas y me siento inseguro/a.

¿Qué son las preguntas poderosas? (…)”

Puedes leer el artículo completo en este enlace: https://www.teresaviejo.es/como-hacer-preguntas-poderosas/