Silvia Leal, consejera y experta en inno-liderazgo y transformación digital, nos muestra en este artículo publicado en el diario El País, como la inteligencia artificial trata de replicar los procesos que realiza la mente humana, aunque su forma de «pensar» es muy distinta a la nuestra.

 

¿Has leído Yo, robot (1950)? La famosa recopilación de relatos de Isaac Asimov muestra robots cada vez más perfectos y parecidos al hombre, seres artificiales intuitivos, inteligentes y con sentimientos que incluso llegan a tener sentido del humor. Sin embargo, con tanta humanidad, algunos acaban volviéndose locos e, incluso, desarrollando impulsos asesinos. Todo ello acaba convirtiéndose en una enorme fuente de problemas, y en un difícil desafío para sus creadores…¿Será ese el camino que está tomando la tecnología? ¿Es así como piensan, sienten y se comportan las máquinas? A continuación, siete claves que explican el camino de desarrollo que está siguiendo el pensamiento artificial.

1. Las máquinas también crean

Las máquinas también pueden ser creativas. Las pruebas están al alcance de todos. Un ejemplo es el caso de Benjamin, una inteligencia artificial que en 2016 escribió un guion cinematográfico de ciencia ficción. Se entrenó a una red neuronal recurrente (un programa del estilo del que, por ejemplo, predice lo que vamos a escribir en el teclado de nuestros smartphones) con los textos de películas como 12 Monos, 2001: Una odisea en el espacio, Alien, Dune, El quinto elemento, Jurassic Park, Matrix… así hasta más de 150 títulos. En el fondo es un proceso no dista tanto del de cualquier escritor o guionista.

El resultado es Sunspring, un sorprendente y extraño drama psicológico futurista. Se trata un corto de nueve minutos que tiene momentos y diálogos difíciles de entender y, desde luego, no es una obra maestra. Sin embargo, tuvo una gran acogida en el Festival de Ciencia Ficción de Londres y, posteriormente, entre el público mundial, lo que explica que Benjamin ya tenga un nuevo trabajo entre manos: Randle is Benign.

2. Les gusta mucho aprender

En la actualidad, las máquinas pueden aprender con todo tipo de información, por lo que absorben tanto datos “estructurados” (información típica de una base de datos, organizada por lo general en filas y columnas) como información “no estructurada” (el texto de un correo, comentarios de las redes sociales, videos y películas, etcétera). De esta forma, cuantos más datos obtengan mayor será su precisión a la hora de descubrir patrones y de hacer predicciones, por lo que casi siempre “aspiran a saber más” lo que, por supuesto, tiene un límite: el coste de la capacidad de almacenaje y procesamiento que hay que pagar por ello.

3. Se han vuelto intuitivas

La tecnología avanza tan rápido que, muy probablemente, hace unos meses no me hubiera atrevido a escribir estas líneas. Hubiera subrayado que las máquinas superan al ser humano en la capacidad de cálculo, y que nosotros somos mejores que ellas en la habilidad de intuir, pero ya no estoy tan segura.

Pues bien, ¿son las máquinas intuitivas? La respuesta es “sí”, lo son, como demuestra el hecho de que DeepStack, una simple inteligencia artificial, ha conseguido ganar al póker a jugadores profesionales en miles de partidas. Esto se confirmó igualmente en 2016, cuando el programa AlphaGo venció al campeón del mundo del Go, un juego de estrategia chino donde, como en el ajedrez, la única forma de ganar es intuir los próximos movimientos del adversario. Estas computadoras aprenden a jugar tras estudiar, procesar y participar en millones de partidas, descubriendo qué movimiento es el más apto en cada caso para continuar jugando. Los humanos profesionales hacen básicamente lo mismo hasta el límite de sus capacidades, aunque con factores como la emoción o la improvisación.

4. Tienen su propia personalidad

Un chatbot es un programa informático que simula conversaciones con un ser humano de forma cada vez más natural, hasta el punto de que podría llegar a engañarle haciéndole pensar que está interactuando en realidad con otra persona. Son programas diseñados para automatizar la interactuación de una empresa con sus clientes y, para conseguirlo, se debe programar, como es lógico, su propia personalidad, encontrándose el reto, precisamente, en que esta consiga reflejar los valores de la marca que representa. De hecho, ¿imaginas un chatbot triste para una marca que “venda” felicidad? ¿Y uno demasiado animado para una empresa que promueva el relax? Para lograr dotarse de personalidad, los chatbots adquieren un léxico determinado, una forma concreta (más o menos respetuosa, por ejemplo) de dirigirse a su interlocutor, e incluso determinados giros del lenguaje o expresiones que usaría un tipo de persona (de una edad, clase social o territorio) en concreto.

 

 

SILVIA LEAL. No te vas a morir. BCC CONFERENCIANTES

 

5. Tienen muy buena memoria

Todos sabemos que si hay algo de lo que pueden presumir las máquinas es de su capacidad de memorizar cantidades masivas de datos imposibles de recordar por un ser humano porque, simplemente, nuestra naturaleza no nos ha hecho así. Y no pasa nada porque, precisamente, es una de las cosas para las que las creamos a ellas, para almacenar las cosas y que nos las puedan recordar cuando nos puedan hacer falta: ¿un teléfono? ¿Los datos de una factura? ¿El detalle de una obra?

Sin embargo, que nadie piense que con el tsunami digital solo se mejoran las máquinas, y aquello que las rodea… Aquí hay para todos, por lo que es el momento de recordar los anuncios de La Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa de Estados Unidos (DARPA): “Si usted ha sido herido en acto de servicio y no puede recordar a su familia, queremos ser capaces de restaurar este tipo de funciones”. Sus investigadores aseguran que, gracias al uso de implantes cerebrales, pronto podrán resolver la pérdida de memoria de soldados heridos y beneficiar, con su trabajo, a enfermos de Alzheimer y demencia. En otras palabras: los robots avanzan y lo que aprendemos con ellos nos sirve a nosotros también.

6. Su sentido del humor es mejorable

Hasta aquí hemos visto enormes avances en la tecnología que han hecho que cada vez compartamos más cosas con las máquinas. Pero hay algo que se les está resistiendo un poco más: la imitación y comprensión de nuestro sentido del humor.

El sentido del humor es un ingrediente necesario para una vida personal y profesional satisfactoria y, por lo tanto, para que nos podamos relacionar con total normalidad con las máquinas. Sin embargo, al menos por el momento, no es fácil de replicar artificialmente porque se trata de algo muy personal y que combina un uso avanzado del idioma con la facultad para comprender el tono en que se usa, algo extremadamente complicado para una máquina. Se nos sigue dando mejor a nosotros, los humanos, explicando por qué en la calidad de las relaciones personales difícilmente podremos competir lo que no impide que los robots nos puedan ayudar en esa y otras cosas.

7. Pueden ser (relativamente) emocionales

Muchos afirman que las máquinas son insensibles, incapaces de empatizar con las emociones de los demás, y que eso no les permitirá llegar lejos. Pero cada vez son más las empresas y los equipos científicos que trabajan para resolverlo con criaturas que ya son capaces de detectar nuestras emociones y de responder en consecuencia, lo que explica la participación de la Comisión Europea en proyectos como el desarrollo de Hugo, un robot que llega para mejorar la calidad de vida de nuestros ancianos y minimizar su sensación de soledad.

Dicho esto, pensarán: ¡Qué barbaridad sustituir la compañía humana, de un familiar, por un robot! Pues bien, os recuerdo que en nuestro país, según el INE, el 34,7% de las personas mayores de 85 años viven solas, cifras que aumentan durante las vacaciones.

8. Pero no, no piensan como nosotros

Las máquinas aprenden, igual que nosotros. Pero su método tiene mucho que ver con las probabilidades. Un video de la publicación The New Scientist ponía como ejemplo un pequeño robot sin información alguna. Al terminar su primer día ha observado que ha salido el sol y que tras unas horas se ha ocultado. No sabe si eso volverá a ocurrir. En su mente artificial registra que hay un 50% de posibilidades de que se vuelva a hacer la luz. El vídeo lo plasma con un vaso en el que el androide introducirá una canica blanca por si se sale el sol y una negra por si eso no ocurre. Con el paso del tiempo, la máquina irá añadiendo canicas blancas y aprendiendo así que hay más posibilidades de que el sol vuelva a salir. Al cabo de 100 días tendrá 99 canicas blancas y solo una negra por lo que predecirá al 99% de certeza que el sol saldrá. Pero, como precisa el video, no sabe que es una estrella en el centro de un sistema de planetas y que el día es el resultado de un giro completo de la Tierra sobre sí misma. La Inteligencia Artificial más compleja haría básicamente eso pero con cantidades ingentes de datos. Sin entender muchas cosas pero llegando a resultados fiables.