Conferencias, entrevistas, ruedas de prensa y firma de libros forman parte de la vida diaria de Leopoldo Abadía (Zaragoza, 1933) desde que, como él dice, su “revelación como famoso” le pillara con 74 años y medio.

 

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Todo fue muy rápido: en 2008, con la recesión recién aterrizada en España, escribió un artículo explicando con un vocabulario muy mundano la crisis subprime de EE UU. La solvencia de su discurso junto a su espontaneidad y dominio de las distancias cortas le catapultaron a programas televisivos de éxito, como el late night show de Andreu Buenafuente, del que se hizo colaborador habitual. Desde entonces es un rostro conocido en toda España.

Ahora aparece menos en televisión, pero sigue muy activo. El frenético ritmo de vida que lleva actualmente Abadía no es algo nuevo para él. Siempre se ha mantenido muy ocupado. “Entre otras cosas porque he tenido que dar de comer a 12 personas. Y tú no sabes lo que comían”, explica. “Además, a mi mujer y a mí se nos ocurrió decirles que era obligatorio que estudiaran una carrera, la que quisieran. Lo hicieron los 12. Y diez, muy simpáticos ellos, decidieron ir a estudiar a Navarra, al IESE, lo cuál me hizo ilusión porque yo trabajaba allí, pero la vida en Pamplona es más cara que en Barcelona”. Lo que le salió más a cuenta fue comprarse allí una casa.

Sin perder nunca el sentido del humor, este torbellino dialéctico que es Abadía no tiene queja de su vida. “Cuando me preguntan que si he ganado dinero no miento, digo que mucho. Eso sí, ha pasado por mis manos como el agua por los cantos rodados. No ha quedado nada”.

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Pasado… 

En septiembre hará 82 años del nacimiento de Leopoldo Abadía en Zaragoza. Cuán poco le agradará ser hijo único que decidió engendrar a 12 vástagos. Sus padres regentaban una mercería en la capital aragonesa y tenían otra en San Sebastián. “Cuando llegó el momento de decidir qué carrera estudiar mi padre me propuso que optase por la ingeniería textil para que posteriormente abriéramos una fábrica de confección. Me hizo mucha ilusión la idea de poder trabajar con él”.

El joven Abadía se trasladó entonces a Terrassa (Barcelona) para estudiar. Se instaló en un colegio mayor, de donde asegura que conserva algunos de los mejores recuerdos de su vida. “Cuando me quedaba un año para licenciarme murió mi padre de un accidente, así que tuve que cambiar de planes”.

Volvió a Zaragoza, a la empresa familiar, y allí conoció “a una chica muy maja”, con la que acabó casándose. “En Zaragoza tuvimos los primeros dos hijos; los diez siguientes, en Barcelona”, a donde se mudó para trabajar en el IESE.

Allí ha trascurrido el resto de su vida, a excepción de una temporada en la Boston (Universidad de Harvard). “Fuimos unos compañeros y yo con el encargo de preparar la documentación, materiales y demás para crear una cosa que allí se llamaba máster. Hoy parece mentira, pero entonces, a principios de los sesenta, no existían en España”.

La docencia ocupó los siguientes 31 años de la vida de Abadía, que posteriormente montó una empresa de consultoría con sus hijos. “Luego ya me hice mayor, y a los 74 años y medio se me ocurrió escribir un diccionario conceptual sobre la crisis para mi propio uso. De ahí salió un articulillo de seis páginas. Se lo pasé a un amigo y de repente empezó a circular. Y me hice famoso”.

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…Presente…

El artículo al que se refiere Abadía recibió miles de visitas en su página y se publicó como libro bajo el título La crisis ninja y otros misterios de la economía actual. “Empecé a salir en el programa de Buenafuente y en el de Susanna Griso, y cuando me di cuenta era un personaje mediático”, explica con naturalidad.

Su primer libro se vendió muy bien. Tanto es así que ya lleva ocho publicados, entre ellos ¿Que hace una persona como tu en una crisis como ésta? o 36 cosas que hay que hacer para que una familia funcione bien. “Yo no había escrito nunca antes una monografía. Es gracioso porque ahora, pasados los setenta años, mucha gente me llama autor. Lo cuál todavía me resulta tremendo. Me invitan a comidas y actos con escritores. Lo que pasa es que la gente con la que me siento en esas citas son autores de verdad”, comenta entre risas.

Nunca rechaza la oportunidad de dar una conferencia, oferta que tiene muy a menudo. “La gente se sorprende de que tenga tanta facilidad para hablar en público. ¡Lo que quizá no saben es que eso es lo que he hecho durante 31 años como profesor universitario! Es lo que sé hacer. Si me pusiese nervioso ante una audiencia diría muy poco de mi profesionalidad”.

También escribe “un par de artículos a la semana”, para medios digitales e impresos. Y en octubre saldrá a la venta su noveno libro, “que se está cociendo en estos momentos”. Eso comporta una nueva gira de promoción, proceso que el profesor conoce bien. A la pregunta de si su décima obra tratará sobre Grecia, responde sin tapujos. “Si aguanta hasta que me ponga con ello, por qué no”.

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..Futuro

«Cuando la gente me pregunta que cómo veo mi futuro siempre respondo lo mismo: muy corto”, espeta antes de que se le inquiera sobre el tema. “Con casi 82 años uno empieza a tener claro que no va a vivir 30 más”.

Algunos indicadores, dice, le empiezan a revelar que pese a su hiperactivo ritmo de vida se está haciendo mayor. “El otro día vine a Madrid a dar una conferencia y conocí a los padres de la novia… de un nieto mío. Me dije: Dios mío, me deben de ver como un entrañable abuelo”.

No tiene ninguna intención de reducir su actual ritmo de trabajo. “Si me lo vuelves a preguntar otro día quizá te diga que no, pero ahora mismo estoy muy cómodo con lo que hago. Me veo en plena forma”, sentencia. Tenemos Leopoldo Abadía para rato.